Ya no había tiempo para hacer nada factible.
Sin embargo, mi ingenuidad liberó mi imaginación para poder recordar, en tan breve tiempo, momentos eternamente inolvidables, y nociones fantasiosas de no alucinación temporal, haciendo demorar el inevitable final.
La espada del enemigo atravesaba su estómago en el borde superior, dañando el diafragma.
Lo último fue el sentirse morir en otra época, sin tiempo.
miércoles, 10 de octubre de 2007
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