jueves, 4 de octubre de 2007

LVI

Como un arbusto de limones, qeu crece en las baldosas húmedas de la ciudad.

El mismo remolino armado entre tres personas, por el derecho de posesión de los mejores limones, acusando la ley natural del 'Yo lo vi primero'.

Porque el ser humano es puro Yo.

Como un arbusto de limones, es la Realidad Toda.

LV

Lo real Ovular.

una vez, una piedra.
o una nube también.
siempre, el cuello de las palomas.

Lo gregario, aquello destinado al Olvido, es poseedor de la mayor riqueza nunca hallada: la posibilidad de resistir eternamente, inmutable, peses a los esfuerzos constantes de ser deo-ocultado todo lo que hay por encima de sí.
Es este el único sentido real, el asociado con la propia génesis, surgido en aquella tierra natal que dejamos, casi por mandato divino o familiar, para caer en el imposible recuerdo del exilio eterno.

En su lugar, ante el no encontrar lo que no se perdió, cosa imposible por su tautología interna, todo ser fragmentado desde su llegada al mundo, necesita de un fetiche ante el cual aferrarse.

una vez, una piedra.
o una nube también.
siempre, el cuello de las palomas.

Así pasaron monolitos, religiones, morales, filosofías, almas y cuerpos, psiques, sistemas políticos, juegos de leguajes, y todo tipo de sacralización de cualquier objeto, sea material, orgánico, espiritual, ideal.
La necesidad de contención, es la causante de Todo. En cambio ella es efecto único de aquel haber sido desarraigado naturalmente de nuestra primera Realidad, quien no cesa de ser negada a través de cada paso en falso de creaciones de lo Real Ovular.

una vez, una piedra.
o una nube también.
siempre, el cuello de las palomas.

LIV

Otra expectación, esta vez observacional, de aquel cuadro, todavía sin colgar.


Desde un ángulo poco priveligiado, cercano a un vértice, se vislumbra axonométricamente, el cruce de fuerzas reinante en ese bosque, entre el intransigente arroyo y su fortuna, elevada por mano del hombre sobre su espalda, como mochila de viajante o igualmente útil para un turista, en forma de puente de tierra o acueducto.

Allí el núcleo del conflicto, bajo la inmutable sombra desplegada sobre un sector del suave y curvilíneo tramo de navegación del propio agua, que se surca infinita pero estática en pinceladas que denotan el olvido.

La trascendencia pregnante deseada, no puede más que volverse posibilidad de-, solo allí donde se encuentre el objeto indicado, aquel hombre que mediante su necesidad de Fenomenos, es convertido en objeto mismo de su ingenuidad a la hora de otorgarle el don a aquella impunidad retratada y cargada de cuanto acontecimiento se le haya otorgado, en cada mirada de espectador furtivo, con el peso y la responsabilidad que todo esto otorga.


Y de fondo, unicamente,
un fuera de foco,
y es una montaña.
No por eso, el Olvido mismo.