jueves, 4 de octubre de 2007

LIV

Otra expectación, esta vez observacional, de aquel cuadro, todavía sin colgar.


Desde un ángulo poco priveligiado, cercano a un vértice, se vislumbra axonométricamente, el cruce de fuerzas reinante en ese bosque, entre el intransigente arroyo y su fortuna, elevada por mano del hombre sobre su espalda, como mochila de viajante o igualmente útil para un turista, en forma de puente de tierra o acueducto.

Allí el núcleo del conflicto, bajo la inmutable sombra desplegada sobre un sector del suave y curvilíneo tramo de navegación del propio agua, que se surca infinita pero estática en pinceladas que denotan el olvido.

La trascendencia pregnante deseada, no puede más que volverse posibilidad de-, solo allí donde se encuentre el objeto indicado, aquel hombre que mediante su necesidad de Fenomenos, es convertido en objeto mismo de su ingenuidad a la hora de otorgarle el don a aquella impunidad retratada y cargada de cuanto acontecimiento se le haya otorgado, en cada mirada de espectador furtivo, con el peso y la responsabilidad que todo esto otorga.


Y de fondo, unicamente,
un fuera de foco,
y es una montaña.
No por eso, el Olvido mismo.

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