Experimento práctico-teórico con la psiquis propia para determinar la intensidad de la presencia de una obra de arte dada como expectación, visualización física y recuerdo. (X)
Frente a mi el espacio vacío, donde imaginar la presencia del Objeto premeditadamente.
En ese espacio me figuro la idea de una no representación tangible de un concepto móvil, en tiempo únicamente. El cambio lo circunda por sus cuatros caras rectangulares, introduciéndonos de manera sintética en el dentro de. Y es allí donde la fragmentación juega el rol de la representación de un algo, variable en si y por si. Una identidad que fue, pero deberá ser, necesariamente, cada vez que se le exija nuevamente recreada. Su ser es el instante de deber ser lo que se quiera, su ser es su posibilidad de existencia como deber ser mutable en plena interacción, subjetiva, proveniente de una conciencia, u objetiva o cosificada, basada en la misma relación físico espacial del contexto.
Identidad entonces, del ser mutable, que consigue su ser por el mismo cambio, sin el cual no es sino posibilidad, y con ella su máximo esplendor desenvuelto en un anhelado triunfo de apercepción involuntaria, imposibilidad del Todo, o de la Parte como unilateralidad del sentido perceptivo.
Un simple recuadro, con una identidad fraccionada.
Pura posibilidad de ser quien uno quiera.
Mas sin embargo, nunca uno mismo.
