miércoles, 10 de octubre de 2007

LXI**

Ya no había tiempo para hacer nada...

Descubrimiento: mientras lava una taza, de joven, cuando quería llevarse el mundo por delante, se da cuenta de la necesidad psíquica en ciertos momentos, de abandonar sus tareas pertinentes, para adentrarse en algo dispersivo; el trabajo, en todas sus formas representa el modelo por excelencia de lo dispersivo, alienando al sujeto, separándolo de si mismo.
(Este joven, resuelve que debe parar con su militancia sindical, con su vida acelerada de adolescente compulsivo, para poder dedicarse a otra tarea, mas reflexiva………..y abandonar su cuerpo a la comodidad del trabajo, que aunque alienante, logra que su Ser no muera fácilmente, como le sucedería suelto en el delirio desatado de su Yo sin contenciones psíquicas (o sea, sin trabajo).


El tiempo es elástico, se puede adecuar a las ritmos impuestos, ese una fina cuerda de instrumento, que tocamos cada uno de nosotros, haciendo vibrar el mundo; si la abandonáramos, dejaríamos de latir, y moriría el universo.
Si uno pierde la fe en su existencia, se desvanecería, en lo que sería su suicidio.
Si uno trabaja, logrará ser más anciano.

Elastizar ese tiempo está en uno.

El soberano, presidente, se encuentra encerrado en ese cuerpo inmortal, porque realmente lo desea, nadie lo ha encerrado. Solo con una firma de un decreto, puede salir de allí.
Llegada la vejez, la idea de darse muerte circula en la mente, pero es más presente la sombra constante de la Muerte Natural; deseando uno, entonces, la eternidad. Solo Yo, que fui un ingenuo, que se sacrificó por otro, y que creyó e invento toda esta historia.

No hay comentarios.: